Una redefinición del hórreo asturiano

Existe una legendaria generación que escribió sus primeras letras sobre un pequeño pizarrín y hoy lo hace con el teclado de un ordenador portátil no mucho mayor que aquél. Ha asistido a la aparición de nuevos objetos y a la evolución o desaparición de otros, con lo que muchos conceptos, anteriormente estables y depurados en una decantación secular, son ahora difusos y tremendamente cambiantes. Ha sido testigo del final de una sociedad ahora denominada tradicional, dominante durante siglos, en la que el hórreo era lo que hoy ya no es: no es un granero, ya que no hay grano que almacenar. No está vinculado a una vivienda agrícola, ya que éstas se encuentran en vías de extinción. No es un símbolo de prestigio, ya que la agricultura se asocia al pasado y ya no es la principal generadora de riqueza.

Artículo puesto en línea el 5 de junio de 2007
última modificación el 5 de agosto de 2021

por Prenseru

05/06/2007 - Nº 1659 www.lne.es
NUEVA QUINTANA

Una redefinición del hórreo asturiano

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miki lópez

José Ángel RIVAS ANDINA

Existe una legendaria generación que escribió sus primeras letras sobre un pequeño pizarrín y hoy lo hace con el teclado de un ordenador portátil no mucho mayor que aquél. Ha asistido a la aparición de nuevos objetos y a la evolución o desaparición de otros, con lo que muchos conceptos, anteriormente estables y depurados en una decantación secular, son ahora difusos y tremendamente cambiantes. Ha sido testigo del final de una sociedad ahora denominada tradicional, dominante durante siglos, en la que el hórreo era lo que hoy ya no es: no es un granero, ya que no hay grano que almacenar. No está vinculado a una vivienda agrícola, ya que éstas se encuentran en vías de extinción. No es un símbolo de prestigio, ya que la agricultura se asocia al pasado y ya no es la principal generadora de riqueza.

El hórreo es cada vez menos desmontable, debido a su deficiente estado de conservación y a que la desaparición de las caserías lo hace innecesario. E incluso, a veces, ya no es de madera, sino de chapa, ladrillo u hormigón.

Durante un tiempo aún podremos ver muestras de aquel mítico hórreo tradicional, que debería ser objeto del máximo apoyo público, no ya para la protección de determinada construcción con algún valor singular, sino a través de la propia supervivencia de la sociedad rural.

Sin embargo, hoy el concepto «hórreo» hace referencia a una realidad sensiblemente diferente, cuyas características, en parte heredadas del pasado y en parte novedosas, sugieren algunos planteamientos encaminados hacia su redefinición.
Hórreo como conjunto
El objeto de nuestra definición no es un elemento, sino un conjunto. Tenemos sólo una Catedral, pero multitud de hórreos dispersos por toda Asturias, siendo precisamente su abundancia y ubicuidad el principal valor de nuestros hórreos. De ahí surge su enorme valor icónico, representativo de un territorio y una cultura. Y ello sin despreciar el interés individual que puede atesorar cada uno de ellos, pero éste siempre será relativo, en función del ámbito geográfico o histórico que estemos considerando.

Incluso desde el punto de vista administrativo, es el conjunto el objeto de la protección establecida por la legislación asturiana del Patrimonio Cultural, ya que se generaliza a todos los hórreos construidos con anterioridad al año 1900 que conserven sus características constructivas.

Existe un elevado número de hórreos, pero ¿cuántos son? Frecuente pregunta de difícil respuesta. En la situación actual, el número concreto no tiene gran importancia, pero sí el propio hecho de que sea una materia susceptible de ser numerada. Podemos decir que el concepto que tratamos de redefinir es lo que los matemáticos llamarían un «conjunto discreto». Se dice que cada fórmula divide por dos el número de lectores, pero el carácter abstracto del lenguaje matemático resulta especialmente adecuado para la definición de nuevos conceptos. En este caso, del carácter discreto del conjunto de nuestros hórreos se derivan algunas evidentes pero importantes consecuencias: un sistema discreto, en contraposición a uno continuo, es divisible un número finito de veces, luego nuestro conjunto, aunque amplio, es finito, y no soportará continuas pérdidas al ritmo actual.

La discreción comporta la existencia de un espacio intersticial, un vacío, que es consustancial a la existencia del propio conjunto. Lleno y vacío, el hórreo y lo que lo rodea, son dos aspectos de una misma realidad.

De hecho, la idea de conjunto discreto es inherente a la propia arquitectura, interpretada ésta como frontera, límite o membrana que delimita los espacios: interior-exterior, propio-ajeno, privado-público, seco-húmedoÉ

Un conjunto vacío es aquel que no contiene elementos, lo cual no contradice su propia existencia y capacidad para contenerlos. En el universo, la materia ocupa realmente una minúscula parte del espacio disponible, mientras que la energía y las diversas fuerzas articulan las relaciones entre los corpúsculos subatómicos generando la estructura aparente de nuestro mundo. Lo inmaterial, el vacío, es por tanto absolutamente inseparable del lleno.

La construcción del vacío es también uno de los inicios de la arquitectura: el «claro en el bosque» evoca la primera antropización del paisaje. Podríamos hablar de un mecanismo de defensa, de una roturación que dará paso a una cultura agrícola, pero también de una posible tala para la construcción de un hórreo.

En las obras de Xosé Nel Navarro tenemos una profunda reflexión en torno a las insospechadas relaciones entre hórreos y matemáticas. Sin tanta ambición, aquí sólo se han utilizado como recurso para ilustrar un proyecto de definición de la situación actual del concepto «hórreo».

El nuestro es un conjunto discreto, pero ¿qué contiene? Hasta hoy ni siquiera hemos sido capaces de numerar sus elementos, y no digamos de catalogarlos y estudiarlos, lo que plantea las primeras dudas respecto a cuál es su contenido real.

La esencia de la casa y la aldea asturiana no es el lleno, sino el vacío, los espacios no construidos, pero que forman parte del orden de la aldea o del territorio. La corrada es nuestro patio orgánico, el espacio central y principal de la quintana, como lo es el patio interior en la arquitectura mediterránea. Es un orden más sutil, más brumoso, pero igual de importante funcional, espacial y simbólicamente. En ese patio orgánico, la rotunda geometría del hórreo era el orden de la casería, no sólo espacialmente, sino también temporalmente, ya que las cosechas que debía almacenar regulaban los ciclos de la vida campesina. Hoy sólo es el fósil residual de un orden pasado, del que ya no queda ni el campesino, ni la casería, ni la aldea, ni el bosque; como la huella de un dinosaurio vaciada en la roca.

En la aldea, el hórreo genera un germen de espacio público, común, de celebración y exhibición social. Al igual que en el templo dórico, el interior es menos importante que la influencia del edificio en su entorno, los espacios de transición, la relación con otros edificios. El espacio del hórreo es el del vacío, las interrelaciones con la casa y su entorno, con los campos de cultivoÉ Un espacio que mantiene su carácter aunque el propio hórreo haya desaparecido, lo que no sucede con un hórreo descontextualizado y desvinculado de su casería.

El espacio vacío reacciona ante la presencia del hórreo, modificándose incluso su régimen de propiedad, ya que convierte en privada la propiedad comunal de la antoxana mientras permanezca en pie. También la posesión de la llave del hórreo ha quedado vacía de poder tras la desaparición de la familia campesina tradicional.

Como antiguo granero elevado, es esencialmente una frontera entre el gran vacío exterior que lo envuelve y un vacío interior acondicionado para el almacenaje de la cosecha. Desaparecida ésta, el vacío interior, elevado y de acceso dificultoso, refuerza su carácter sagrado, recogido en un relicario de madera, otro gran vacío de nuestra economía actual.

Vaciado de uso, el hórreo ha llegado a convertirse en un recurso para camuflar segundas viviendas, lo que ha llegado a provocar incluso su expresa prohibición legal.
Vacío funcional, social y económicamente, el hórreo está condenado a transformarse en patrimonio cultural, lo que le permitirá gozar de la protección que otros conjuntos patrimoniales, como nuestro patrimonio industrial, han recibido en los últimos años.
Quizás el vacío sea la auténtica esencia del conjunto «hórreo», e incluso podamos ver su vaciado final del territorio asturiano. Pero mientras tanto, y evocando a Le Corbusier, el «hórreo» seguirá siendo el juego sabio, correcto y magnífico de la viesca bajo la luz de la antoxana.