La variante ferroviaria en Avilés

Artículo de Juan Carlos de la Madrid Historiador.

Hablar del ferrocarril en Avilés es maldecir. Desde hace 119 años. Tiempo atrás escribí un artículo en el que comparaba la situación de Avilés con el final de «El planeta de los simios», cuando el astronauta Taylor se daba cuenta de que, después de muchos años y kilómetros recorridos, había vuelto a casa. Un lugar de discordia y guerra hasta el exterminio. Tal cosa parece Avilés siempre que se habla del tren.

Artículo puesto en línea el 2 de agosto de 2009

por Prenseru

2/8/09

http://www.lne.es/aviles/2009/08/02...

Debajo del asfalto está la playa (de vías)

La idea de una variante ferroviaria en Avilés ya se planteó en 1942 para desviar la línea Ferrol-Gijón

JUAN CARLOS DE LA MADRID HISTORIADOR

Decían eso que da título a este artículo en el parisino mayo del 68, sin citar las vías, claro. Esa frase, entonces de tono revolucionario y utópico, adquiere un timbre distinto si hablamos de Avilés. Aquí, en asunto de vías, todo es posible. Puede que llegue a ser verdad en el último plan para eliminar la barrera férrea, pero no sería novedad. Hace casi setenta años que no.

Hablar del ferrocarril en Avilés es maldecir. Desde hace 119 años. Tiempo atrás escribí un artículo en el que comparaba la situación de Avilés con el final de «El planeta de los simios», cuando el astronauta Taylor se daba cuenta de que, después de muchos años y kilómetros recorridos, había vuelto a casa. Un lugar de discordia y guerra hasta el exterminio. Tal cosa parece Avilés siempre que se habla del tren. Combate y odio entre bandos. Desde que se puso la primera traviesa y el primer vapor se escapó de la primera caldera de una locomotora, todo es igual. Hasta hoy. Más que «El planeta de los simios», lo de Avilés con el ferrocarril parece el planeta de los mismos. Los mismos problemas, los mismos argumentos, los mismos desencuentros, los mismos encargos y demoras y, he aquí lo más sorprendente, los mismos proyectos. Les cuento.

Cuando el polémico y decimonónico trazado del ferrocarril fue realidad en Avilés, muchos de nuestros antepasados se dieron cuenta de que separaba puerto y ciudad. Precisamente la historia de nuestro fondeadero ha sido siempre la del divorcio con la villa. Cada vez que se ha hecho grande, ha sido a costa de alejarse de Avilés, peleando con ella por repartirse la ría. El ferrocarril fue el divorcio y Ensidesa, con puerto propio, el tiro de gracia.

Sin embargo, lo que les narro es una historia de antes de La Fábrica, cuando, pasada la última guerra civil, las fuerzas vivas de Avilés se dieron cuenta de que el muro férreo que partía la villa amenazaba con doblarse, impidiendo para siempre la llegada al puerto. Las añosas obras del Estratégico renacían tras décadas de olvido en forma del entonces denominado Ferrocarril de Ferrol del Caudillo a Gijón, concretamente el tramo Los Cabos-Gijón de esa línea. Así pues, en un estrechísimo tramo entre la ría y Avilés, a la vía de siempre se iba a unir otro trazado paralelo de vía estrecha, creando una situación imposible. Había que sacar el tren de Avilés. Variar su itinerario dándole entradas y salidas distintas. Ni elevar, ni soterrar, ni ocultar, sólo rodear. Como ahora.

Parte de la opinión pública respaldaba la operación, pero la división era la de siempre. Mientras que otros pueblos (Tarragona, Cáceres, Logroño, Aravaca...) conseguían entonces soluciones del Ministerio de Obras Públicas para sus barreras férreas, la eterna discordia y bastante indiferencia seguían campando en Avilés. El puerto pesquero crecía y, aguas abajo y poco a poco, la industria llegaba a las riberas de la ría. Pero en el paso de Larrañaga había retenciones de vehículos, personas y hasta tranvías de más de veinte minutos. Otros pasos a nivel (Llaranes, Llano Ponte, San Sebastián, La Pandereta...) daban frontera al progreso y eran fielato en el que se pagaba con las vidas de no pocos avilesinos. Como siempre.

Entonces un general asturiano, antiguo azote de la II República, José María Fernández-Ladreda, fue nombrado ministro de Obras Públicas. De 1945 a 1951. Tiempo de reconstrucción, cal y ladrillo en toda España. Un paisano a la vera del Caudillo. No se podía perder la ocasión.

La Junta de Obras del Puerto dio el paso al frente. Ya en noviembre de 1942 había elevado un informe a la Dirección General de Ferrocarriles, aprovechando un proyecto de supresión de los pasos a nivel. Y fue en 1946, con la Comisión Permanente de la institución presidida por Juan Sitges, cuando el plan mereció los favores de la burocracia madrileña. Se trataba de lograr que el nuevo trazado de vía estrecha Ferrol-Gijón rodease en variante Avilés y que, una vez construido, le siguiera el de ancho normal, modificando la línea Villabona-Avilés y dejando libre de vías la ciudad. La Dirección General de Puertos y Señales Marítimas trasladó a la Dirección General de Ferrocarriles la idea de la Junta avilesina. Un plan en el que se podían leer párrafos tan familiares como éstos:

«Cree la Junta que adoptando esta medida se alcanzarían grandes ventajas para el debido funcionamiento del Puerto, independientemente de lo que Avilés como ciudad obtendría del mismo. Esta desviación del Estratégico, que puede acometerse en los momentos actuales, podría ser base para otra posterior del tráfico de ancho normal. Esta segunda parte, importantísima igualmente, podría tal vez llevarse a cabo aprovechándose de las obras que se hicieran para la desviación del Ferrol-Gijón.

»El tendido de vías en el puerto sería rescatado por la Junta y utilizado exclusivamente para el paso de vagones, realizando operaciones de carga o descarga en el Puerto».

Todo estaba a favor. Pero nada se hizo. Ustedes ya lo saben. El Ferrol-Gijón atravesó Avilés. Un ferrocarril proyectado en el siglo XIX, parado treinta años, impulsado en 1928 y construido durante 44 años más. Una obra tan a la medida de Avilés que no quiso pasar de largo, por su mitad se encontraba como en casa. Y así llegaron los años cincuenta, de altos hornos y bajas previsiones urbanas. Y los trenes siguieron pasando. De vía ancha y de vía estrecha. Por no se sabe qué maleficio el proyecto de la variante ferroviaria de Avilés se perdió entre sus contaminados aires. Cuarenta años después, donde ya no había más sitio para pasar, se inventó en forma de viaducto y pasaron coches y camiones. Y los trenes siguieron pasando. Como toda la vida de Dios.

Y así llegamos al día de hoy, con el que dicen mejor terreno de Avilés agitando el blanco pañuelo de Niemeyer al otro lado de dos vías y una carretera. No hay sitio para más, ni tiempo para menos.

Ahora que, bajo el asfalto de la Variante, pueden instalarse las vías, aparece como nueva la idea primera: las vías de Avilés pueden eliminarse de la ciudad, sin enterrarlas, sin elevarlas, sin ocultarlas, sin controlar sus tráficos; simplemente, circunvalando la villa por la caja de la carretera N-632: la Variante de la Variante. En esencia, lo mismo que se proponía en los años cuarenta, asfalto mediante. Sólo han pasado siete décadas de nada.

El tiempo transcurre lento en Avilés, o, mejor aún, avanza en círculos infinitos, repitiendo siempre parecidos acontecimientos. Un proyecto, con unos partidarios; su contrario, con otros. Al final, discusión, enfrentamiento, más proyectos. Pasa el tiempo y todo se olvida.

Es Avilés, que diría la copla. No hay otra explicación. Proyectos eternos que desaparecen, pero no mueren jamás. Asoman otra vez al cabo de los años, de los siglos tal vez. Siempre los mismos proyectos. Son tan viejos que cada vez que se le ocurren a alguien nacen de nuevo, convirtiendo en inventores a sus promotores. Ni siquiera se justifican por la trifulca electoral. Ya ven que eran los mismos hasta cuando no se podía votar.

Lo que les decía: debajo del asfalto estaba la playa. Era una playa de vías. Para que fuese una playa de verdad debería festonear algún mar. Y a mí se me hace que ese mar es el Mediterráneo, que es lo que se ha descubierto con la variante ferroviaria de Avilés. Debajo del asfalto puede que esté la playa, y debajo de la novedad la repetición. Involuntaria y bienintencionada. En la que se suele incurrir cuando, al desconocer la Historia, uno acaba por inventar el mundo.

Como ven, la opción de la variante parece posible al fin, y eso es bueno. Dicen que es la mejor, y lo contrario, aunque yo de esto nada entiendo. Lo que sí les puedo asegurar es que se trata de la idea más vieja. Hemos vuelto a casa... otra vez.