Avilés en 1912, según el doctor José de Villalaín

Artículo de Ramón Baragaño.

En el primer tercio del siglo XX la Real Academia de Medicina convocó diversos concursos para la publicación de topografías médicas que sirvieran de base para el conocimiento del mapa sanitario español. De los concejos asturianos se publicaron muchas topografías médicas, entre ellas las de Castrillón (1911), Avilés (1913), Luarca (1915), Gozón (1918), Carreño (1920), Illas (1925), Corvera (1925) y Soto del Barco (1930), todas ellas debidas a la pluma de José de Villalaín

Artículo puesto en línea el 3 de agosto de 2009

por Prenseru

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Avilés en 1912, según el doctor José de Villalaín

03.08.2009 -
RAMÓN BARAGAÑO

Foto: Aspecto de la calle de La Cámara hacia 1910. / ARCHIVO NARDO VILLABOY

En el primer tercio del siglo XX la Real Academia de Medicina convocó diversos concursos para la publicación de topografías médicas que sirvieran de base para el conocimiento del mapa sanitario español. De los concejos asturianos se publicaron muchas topografías médicas, entre ellas las de Castrillón (1911), Avilés (1913), Luarca (1915), Gozón (1918), Carreño (1920), Illas (1925), Corvera (1925) y Soto del Barco (1930), todas ellas debidas a la pluma de José de Villalaín. Constituyen un gran documento para conocer la forma de vida y el aspecto sanitario de Asturias en aquella época, y en todas ellas se destaca la preocupación por la higiene, muy deficiente todavía en gran parte de la población. Villalaín, eminente médico y buen escritor, realizó una gran labor en este aspecto.

José de Villalaín Fernández nació en Navia el 28 de agosto de 1878 y falleció en Salinas el 11 de septiembre de 1939. Desde muy niño vivió en el concejo de Castrillón, donde comenzó sus estudios en la escuela de San Martín de Laspra. Después de estudiar el Bachillerato en el colegio avilesino de La Merced, con el maestro Domingo Álvarez Acebal, pasó a estudiar Medicina en Santiago de Compostela y posteriormente en Madrid, donde se doctoró en 1901. Fue médico del concejo de Castrillón y, desde 1915, de la Real Compañía Asturiana de Minas, de Arnao.

Además de destacado profesional de la medicina, fue un gran botánico, un virtuoso del violín, un buen dibujante y un interesante escritor en castellano y en lengua asturiana. Entre sus obras profesionales, además de las topografías médicas premiadas por la Real Academia de Medicina ya citadas, destaca ’Estado mental de los pelagrosos. Observaciones hechas en Asturias’ (1902).

El resto de su producción como escritor, que cultivó el artículo periodístico, el ensayo, la novela (’La madre tierra’, 1908, y ’Fondo", 1910, esta última ambientada en Avilés), el cuento y la poesía, se halla disperso en numerosos periódicos y revistas de Asturias, Madrid y La Habana. Parte de ella la firmó con el seudónimo de ’El Americanín de Romadorio’.

El Avilés rural

Según Villalaín, en 1912 la población del concejo de Avilés era de 12.900 habitantes, de los cuales más de 10.000 correspondían a la villa. En su ’Topografía médica de Avilés’ (galardonada con el premio Roel en 1912 y publicada por la Real Academia de Medicina al año siguiente), el autor distingue entre la zona urbana y los núcleos rurales, de los que escribe: «Villalegre tiene agrupaciones de casas modernas y lujosas: es un pueblo de americanos, instruidos en achaques de higiene. La Magdalena es un barrio de Avilés, de obreros poco enterados de la higiene: es bastante sucio y deja mucho que desear en cuanto al desagüe de las letrinas. San Cristóbal es aldea de población diseminada, alta, bien ventilada por las brisas marinas, y relativamente higiénica. Miranda no lo es tanto, porque las casas están agrupadas y no tiene alcantarillado convenientemente dispuesto».

Continúa diciendo que «lo restante de la población del concejo es netamente aldea, lo cual quiere decir que la Naturaleza tiene que remediar en la mayoría de los casos la ignorancia de la Higiene por parte de quienes allí viven».

Y continúa describiendo los diferentes tipos de viviendas rurales: casa pobre de cuatro paredes y tejavana; casa de labrador pobre, de mampostería; casa de labrador pudiente, de piso y planta baja, con cocina de carbón; casas para obreros, buenas pero poco higiénicas; casas de americanos, muchas de ellas nuevas y cómodas; hórreos y paneras, destinados a graneros, aunque a veces se usan como habitación.
Destaca Villalaín la mala costumbre de la ’pila de cucho’ (estiércol) que suele haber delante de todas las casas rurales, que constituye un verdadero peligro para la salud.

Tras la descripción de la zona rural del concejo, Villalaín escribe sobre el núcleo urbano: «La villa es bonita, y en su mayor parte de construcción moderna. La parte del antiguo Avilés, que estaba circundado por murallas, conserva algunos edificios antiguos de poco mérito arquitectónico. Únicamente vale algo la portada románica de San Nicolás. Casi todas las casas son de dos o tres pisos, anchas, vetustas, tristonas y con mucha traza de siglo XVIII».

«Las calles están empedradas, los soportales (aún hay bastantes) húmedos, y en ellos sudan las losas de la acera los días húmedos. Los portales suelen estar empedrados y huelen a casa cerrada. Aún hay alguna imagen, con su correspondiente lámpara, bajo tal o cual casa hidalga. Todavía se conservan los escudos heráldicos en la grisácea sillería de muchas fachadas».

Y prosigue así la descripción del autor: «Tanto este Avilés antiguo del recinto murado como el barrio de Sabugo, hállanse actualmente salpicados de construcciones modernas y buenas, que no parecerían mal en poblaciones mayores que la que nos ocupa. El barrio de Sabugo, que antiguamente estaba apartado de las murallas de Avilés por un brazo de la ría, es sucio y poco higienizado».

«Fue en sus tiempos de esplendor, el barrio de los marineros que vivían para servir a los señores de la villa. Y tan apartados vivían unos de otros, que aún hoy día, en que toda la población es una, se dice ir a la villa o venir de la villa, en vez de decir ir a tal o cual calle, que podrá distar, pongo por caso, trescientos o menos metros del barrio de Sabugo».

Y añade Villalaín esta opinión: «El aspecto, en conjunto, de Avilés es acubanado. Parece una población de Cuba salpicada de vetustas casas hidalgas. Es un aspecto agradable que denota hábitos de trabajo y una evolución que puede definirse así: parte central, de aspecto señorial modesto. Barrio de Sabugo, con trazas de población marinera. Calles de las carreteras, con huellas del antiguo tráfico de carros y coches. Parte moderna, de aspecto americano y burgués».

Finalmente, para Villalaín, el alcantarillado es antiguo y deja algo que desear; el servicio de aguas, a pesar de su abundancia, es deficiente; el alumbrado es eléctrico y el servicio sanitario es bueno.