En el corazón del Museo Arqueológico
Artículo puesto en línea el 6 de junio de 2010
última modificación el 20 de noviembre de 2010

por Prenseru

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Cultura

En el corazón del Museo Arqueológico

EL COMERCIO entra en el epicentro del museo, el lugar en el que ya se están restaurando las piezas que se mostrarán al público a partir del primer trimestre del próximo año, cuando se inaugure

06.06.10 - 02:31 -

Miles de años entre las manos, la vida. Vasos hechos añicos que en realidad son tesoros. Piedras que se miman para rehacer con ellas la historia. Huesos que algún día fueron cuchillos, colgantes... Piezas de cerámica -miles de pequeñas piezas de cerámica- que en las manos del restaurador vuelven a sus volúmenes y cuentan cosas. Al menos un hipocausto. Ese sistema de calefacción romano inventado en el siglo I a. C. En total cientos de piezas, miles, y entre ellas también un pene. Seguramente símbolo de virilidad, amuleto místico que vaya a saberse. La historia permite siempre imaginar y saber. En realidad, en esencia, un colgante de cobre que, como todo lo anterior, se revelará al mundo dentro de unos meses, en el primer trimestre de 2011. Cerámicas, cristales, huesos, cobres. Todos restaurados, mimados, visibles. Legibles. Están en el Arqueológico y hemos estado allí.

La clave esta ahí: «Permitir una lectura correcta», a pesar de que no se trate de letras, ni de números. Cada objeto cuenta algo. Pero eso, al final, dependerá del «discurso museográfico». De momento en el laboratorio de restauración del Arqueológico, el embrión del museo, toca hacerlo todo con el único objetivo de que el profano pueda leerlo. Entenderlo, imaginar y saber.

En general, las herramientas son básicas. A menudo tomadas de otras disciplinas tan dispares como la odontología y la pintura. Pinceles, bisturís, lijas, brochas, espátulas, escarpelos, pinzas y cera de dentista. También un buen número de compuestos químicos como la acetona o el pegamento. Pero sobre todo «paciencia». Mónica Ruiz y Cecilia Berián la emplean bajo la tutela de Carlos Álvarez. Es el equipo encargado de restaurar los vestigios procedentes de la Ruta de la Plata. En total «casi 300 piezas» que les llevarán todavía algún mes más, «por lo menos hasta julio».

Restauran cerámica, bronce, hierro, plata, plomo, vidrio, mosaicos y una pintura mural, así como materiales constructivos. La experiencia para que todo esto, tan dispar, sea tratado correctamente la pone Álvarez, que lleva 25 años dedicado a la disciplina. Mónica y Cecilia aseguran que es exigente, «pide mucha calidad», y él no protesta el calificativo: «Hay que ser exigente». La calidad del trabajo, asegura, «depende del respeto a la pieza original».

Él, concretamente, se centra en los metales. «Estas piezas, los bronces, por ejemplo, tienen muchos problemas de corrosión deformante y hay que buscar hasta que punto hay que eliminar para que se pueda leer bien y no afectar a la forma del objeto». En cuanto a los hierros, más de lo mismo: «Está el problema de los cloruros, que afectan sobre todo en Asturias y la zona norte. A veces ocurre que se encuentra algo en una excavación y está tan deformado que puede que no se sepa ni lo que es». El trabajo es ese caso nunca acaba: «A pesar de hacer tratamientos, los procesos se reactivan. Algunos duran 20 años, otros en un año tienen que volver a ser tratados». Los metales son «más difíciles» y por lo tanto también es más difícil «tener experiencia en ellos». Las monedas, de las que hay «una muy buena colección» tienen la problemática del «relieve», requieren un «trabajo muy preciso».

Cada material tiene su intríngulis. Los vidrios, por ejemplo, suelen estar rotos en muchos trozos. «Ahí lo difícil es hacer el puzzle». Paciencia. Además, no siempre se puede completar, «muchas veces se quedan incompletos». Lo mismo ocurre con la cerámica, cuyo tratamiento «no tiene porqué ser muy complicado», sin embargo tanto por la fragmentación como por los tratamientos de limpieza, secado, o despegados antiguos, «suele empezarse a trabajar con ella».

¿Es aburrido? «No, si te cansas de una pieza empiezas con otra, vas cambiando el trabajo», aseguran las técnicos de rehabilitación del equipo de Carlos Álvarez. También está lo otro: «Tenemos la historia en las manos», que no es poco.

Las piezas que se manejan, tema polémico en los últimos tiempos, están perfectamente inventariadas y se sabe «en todo momento» donde está cada una. De hecho el trabajo que desarrollan los equipos, tanto el de Álvarez como el propio del Arqueológico, funciona así: «Primero se fotografía la pieza según llega, después en cada fase de rehabilitación se va fotografiando y por último se fotografía el resultado». Además, al entregar el informe detallado del proceso, se hacen unas recomendaciones para conservar cada una de las piezas.

Nada se pierde, «hay un control absoluto». En el pasillo que da entrada a las distintas partes del laboratorio, situado en la última planta del Museo y con vistas a la plaza Feijóo, se encuentran las cajas, ordenadas, conservadas y con la temperatura y la humedad controladas. Tras las puertas, un laboratorio estándar. «Están montados en base a lo que el Ministerio de Cultura considera necesario. Está bien, lo importante era ponerlo en marcha. Con el tiempo se podrán ir añadiendo más cosas», asegura Álvarez, que ha visto unos cuantos, entre ellos el del antiguo museo, «trabajamos en condiciones penosas». En cuanto a Asturias y sus métodos de conservación, también opina: «Llevo muchos años aquí y me parece que está bastante más avanzado que en otros sitios». La crítica la pone en las excavaciones: «No siempre te llaman a tiempo. A veces los arqueólogos hacen la extracción y sería más conveniente que llamasen para ayudar en la extracción».

Tito Bustillo

Quizás por no ser Mérida y tener tanto y tan claro, lo romano en Asturias tardó en ocupar su sitio y su importancia, pero no es lo único que se está preparando para exponer en el reformado Museo. Entre otros muchas piezas de las excavaciones se encuentran las de la cueva de Tito Bustillo. Marta Corrada, arqueóloga y restauradora salida, como sus compañeras del equipo de Álvarez, de la primera promoción de la Escuela Superior de Avilés, está trabajando con ellas. El proceso es similar al seguido con las piezas de la Vía de la Plata. Normalmente, según indica, los propios arqueólogos que trabajan en las excavaciones van uniéndo las piezas: «A ellos les interesa conocer la forma y si no tienen problemas para identificar el material, se queda ahí». Estas uniones se hacen con materiales «fácilmente eliminables». También sus trabajos, los de los restauradores, «son plenamente reversibles». A ella le gustan especialmente las piezas extraídas de Tito Bustillo, con las que está trabajando, «que no se noten los brillos de la unión que hicieron los arqueólogos». No es fácil, paciencia.

Ahora, explica, «estamos haciendo lo más urgente, lo más importante». Todo con el propósito de acabar para «finales de año». A principios de 2011, está prevista la inauguración del Museo y hay que llegar a ella con las piezas listas.

Quedan muchas tarde de verano y alguna de invierno hasta que se cumpla el plazo previsto. La verdad es que tienen truco, la radio. En cada una de las salas donde trabajan los equipos hay una que se llevan para que les haga compañía. Llama la atención la de Marta Corrada. Una Philipps verde y negra, con muchos, muchos, años de vida. De momento no es una pieza de museo, pero según indica la restauradora: «Las viejas son las únicas que aguantan. Si llevas una nueva a una excavación o al laboratorio, con tanto polvo, dura dos días». No podía ser de otro modo, en el Arqueológico hay devoción por lo antiguo.


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Cultura

El monasterio de las Pelayas albergará el almacén del museo

06.06.10 - 02:23 -
A. S. / M. LL. | OVIEDO.

La Consejería de Cultura ha decidido quedarse con los 850 metros que ocupaba el Archivo Histórico Provincial después de haber permanecido 37 años en las dependencias de la calle El Águila. Los documentos ahora respiran en la antigua cárcel. Una parte del espacio que queda ahora libre en el monasterio se destinará a almacén del Museo Arqueológico, y el resto servirá como sede para la Academia de la Llingua, donde se trasladará desde la calle Marqués de Santa Cruz. Por su parte, la comunidad benedictina se reserva una pequeña estancia estancia.

Una vez se materialice el acuerdo de alquiler entre las Pelayas y el Principado (las religiosas barajaron alquilarlo al Ayuntamiento de Oviedo como sede de su Archivo municipal) y se realice la cesión de forma oficial, Cultura ocupará las antiguas dependencias para destinarlas a un nuevo fin y relacionadas con un nuevo equipamiento. El Arqueológico cobra su forma definitiva separado de las Pelayas sólo por Santa María La Real de la Corte. A tan poca distancia, los responsables pensaron que sería un lugar idóneo para prolongar hacia allí el nuevo museo, nacido en el monasterio de San Vicente.

Junto al almacén trabajarán los empleados de la Academia de la Llingua. En principio, se iban a trasladar allí en verano. Pero la mudanza parece que se pospondrá, según apuntaron fuentes de la academia. El Gobierno regional, que calcula pagar 24.000 euros por el alquiler anual de esta sede, tendrá que acometer una pequeña reforma para ambas dependencias, y todavía no han comenzado.

En el monasterio se encuentra uno de los mejores archivos de documentación medieval de la región, por lo que la ubicación también satisface a los responsables de la Acadamia de la Llingua. Además, en un edificio emblemático junto a la Catedral.