Un año después de su muerte, la figura de Marino Busto y su legado siguen vivos.
Artículo puesto en línea el 30 de enero de 2006
última modificación el 27 de agosto de 2006

por Prenseru

30/1/2006
La Voz de Avilés

Asturias
Recuerdos con mucha historia

Un año después de su muerte, la figura de Marino Busto y su legado siguen vivos.

La puesta en valor de la necrópolis del monte Areo y la divulgación de esta zona son sólo dos de sus logros

CARMEN PIÑÁN/ BERNARDO CANGA/GIJÓN

EXCURSIONES. Areces con Busto y un grupo de paseantes que visitaron el monte 1999. / C. PIÑÁN

Hace un año del fallecimiento del gran estudioso Marino Busto, que desde las páginas de este diario divulgó hace tres lustros la puesta en valor de la mayor necrópolis tumular de Asturias, con dólmenes de más de cinco mil años, en los límites de Carreño y Gijón. Pero este escritor, miembro del RIDEA y cronista oficial de Carreño aún no es recordado en ese monte como se debiera, ni en ningún otro lugar de su querido concejo, al que él tanto amóy defendió, no sólo a través de sus publicaciones, si no también ’in situ’, por medio de las marchas populares que impulsó por el monte Areo, Candás o Guimarán, con el programa de educación ambiental ’Recreo en la Naturaleza’.

En estas actividades, con autoridades regionales y locales al frente y cientos de participantes, se le podía escuchar, con su amable y simpática elocuencia, cuando iba en cabeza de esas caminatas por el monte, dando detalles a cada paso de la historia y la cultura de la zona. Son muchos los que piensan que allí se le debería recordar para siempre junto al campo de dólmenes.

Del monte Areo, o monte de San Pablo (pues allí había una capilla con ese nombre) comentó Jovellanos en su diario, el 14 de julio de 1792: «Súbese el monte San Pablo (o Areo) y corriendo por él se baja al valle de Carreño, atravesando el camino por la parroquia de Güimarán. Terreno hermoso, fértil, bien cuidado y plantado».

Hace ya dos décadas que Marino Busto, colaborador de EL COMERCIO, con su característica tenacidad no paró hasta dar con los misterios que ocultaba el monte Areo (de 264 metros de cota). Y llevó a ese lugar a cientos de personas para que viesen con sus propios ojos la necrópolis tumular más importante de la región, con 30 dólmenes.

Además del campo de dólmenes, el monte Areo siempre fue afamado, pues por su ladera iba la vía romana de La Mesa y un ramal del Camino de Santiago (por la campa de San Pablo). Ahora se puede recorrer el monte por varias pistas o caminos que lo surcan en todas direcciones, en pequeñas o en largas caminatas de varias horas a pie.

Las autoridades de Gijón y Carreño, presentes en las marchas de confraternización a Candás, acordaron hace dos lustros celebrar allí una actividad de hermandad. Y ese encuentro medioambiental se celebró varios años, de la mano de Marino Busto, con el apoyo del citado programa (impulsor, asimismo, de las marchas populares por Carreño, Ruta de la Plata, Peña de los Cuatro Jueces o Marcha Jovellanista), y con la asistencia de autoridades de cada municipio implicado. Además de visitar sus dólmenes, se realizaban múltiples actividades, desde bailes regionales a muestras artesanas, deportes autóctonos, demostraciones de aeromodelismo y globos aerostáticos o ejercicios de rescate a cargo de la Sección Verde de Protección Civil de Gijón y la Sección Canina de la Policía Local gijonesa. Se inauguraron también áreas recreativas y pistas de aeromodelismo (ahora dedicada a otro menester), junto a la laguna del Visu y en Poago.

Ramal de La Mesa

Parece ser que por el monte Areo iba un ramal del Camín Real de La Mesa, que unía tierras leonesas con la costa asturiana, concretamente Astorga con las Aras Sextianas de la Campa Torres, pasando por Lucus Asturum (Llanera). Aunque posiblemente era el final de la Ruta de La Plata. En una zona del monte conocida por Peña l, Carru, hay restos de esa calzada, pero la concentración parcelaria y las pistas que por allí existen en la actualidad, hicieron desaparecer muchos vestigios del pasado.

Muchos asturianos vieron de la mano de Marino Busto las reliquias que guarda ese monte en esas actividades medioambientales. Para ese gran estudioso, el nombre de monte Areo podría corresponder al de Iroba, que según una antigua leyenda querría decir «tierra rica y gente boba» (en referencia a los tesoros en él escondidos) o «monte de las Aras». Lo cierto es que de siempre fue un lugar mágico o sagrado, tanto por sus sepulcros prehistóricos (dólmenes), como por su calzada romana y posterior Camino de Santiago, o sus ermitas del Viso, Los Remedios, San Pedro y San Pablo, protegidas por una fortaleza del siglo X.

El monte Areo es tan plano (una zona se conoce por La Llana) que el primer aeropuerto de Asturias se quiso hacer allí, pues además no suele tener niebla. Guillermo Schultz, autor del Mapa de Asturias en 1868, decía de ese monte que algunos espacios pudieran haber sido nivelados artificialmente por la mano del hombre. Julio Somoza opinaba en 1909, en la Historia de Gijón en la General de Asturias, que las nivelaciones que dominan el concejo iban destinadas a campos de maniobras de los soldados de IV Legión Macedónica, de guarnición en esta villa y que pudo haber población romana.

Según Marino Busto, el historiador González de Posada, en su libro manuscrito de 1792, ya hablaba de «tumbos» o «mámulas» en medio de las llanuras de la montaña, junto a varias lagunas. Decía que esas elevaciones del terreno eran sepulcros antiquísimos. Y, en lo cierto estaba, pues en 1989, siguiendo esas noticias y recorriendo el monte, se dio con ellos y Marino Busto lo hizo público en EL COMERCIO.

Descubrió los túmulos de un auténtico campo de sepulcros prehistóricos. Dólmenes que resultaron ser de hace cinco mil años. El misterio se había desvelado, pues no sólo era monte sagrado por sus capillas, sino porque mucho antes nuestros antepasados lo habían elegido para enterrar a sus muertos.